Descarbonización del transporte (julio 2023)

1INTRODUCCIÓN

El transporte es una actividad fundamental para el desarrollo de la economía. Además de garantizar la movilidad de las personas, resulta imprescindible para el aprovisionamiento y la distribución de mercancías, la exportación de bienes y el desarrollo de la industria del turismo. El sistema de transporte está, por tanto, muy ligado a la competitividad y productividad de sectores importantes de la economía, además de constituir un elemento de cohesión social y territorial. Además, el transporte como sector económico y empresarial del país, tiene una contribución relevante en términos económicos y de empleo.

La actividad del transporte produce, no obstante, una serie de impactos negativos o externalidades: emisiones de gases contaminantes y de efecto invernadero, ruido, accidentes, congestión, etc. que repercuten fundamentalmente y de forma negativa en la salud y la calidad de vida de los ciudadanos, la economía, y el clima del planeta. En particular, la quema de combustibles fósiles en los motores de combustión genera gases de efecto invernadero (GEI) con efectos a largo plazo y escala global que contribuyen al cambio climático, y contaminantes con efectos directos y a escala local que empeoran la calidad del aire y la salud de la población.

El transporte consume aproximadamente un 39% de la energía final del país, y la mayor parte de esta energía procede del petróleo, lo que implica que el transporte es responsable de una parte relevante de las emisiones de los gases efecto invernadero (dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O)) que contribuyen al cambio climático. La actividad del transporte –considerando todos los modos y todos los ámbitos: urbano, interurbano y rural– es además una de las que más contribuye a las emisiones nacionales de GEI, junto con la industria y la agricultura, pues supuso en 2019 el 29,6% del total de estas emisiones en España.

Por otro lado, las emisiones nacionales de GEI del transporte han ido aumentado de manera progresiva desde el año 1990, con la excepción del periodo comprendido entre 2008 y 2012 -asociado a la crisis financiera- y el año 2020 por la pandemia del COVID-19. Ello se debe principalmente a que el progreso de la economía está muy relacionado con la actividad del transporte y de la movilidad en general, pues el transporte es un medio y no un fin en sí mismo, y a que predomina el uso de combustibles fósiles como fuente de energía en el transporte motorizado.

La necesidad de luchar contra el cambio climático se refleja en las políticas europea y nacional en materia de mitigación del cambio climático, que persiguen alcanzar la neutralidad climática de la economía para el año 2050, con una serie de hitos temporales intermedios. Para ello, todos los sectores –y entre ellos el transporte- deben hacer importantes esfuerzos de descarbonización o reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero, de manera que las emisiones de GEI que todavía se produzcan en 2050 se equilibren con la absorción natural del planeta (sumideros). Y dada la alta participación del transporte en la producción de emisiones de gases de efecto invernadero, la descarbonización del transporte es clave para poder alcanzar el objetivo de neutralidad climática de la economía a 2050.

Aun cuando el objeto de este informe se centra en la descarbonización del transporte o reducción de emisiones de GEI, cabe recordar que el transporte genera también otros gases cuyo impacto se produce a escala local y a corto plazo, y que resultan nocivos para la salud humana. Entre estos destacan las partículas (PM), los óxidos de azufre (SOx), óxidos de nitrógeno (NOx), amoniaco (NH3), compuestos orgánicos volátiles no metánicos (COVNM) y monóxido de carbono (CO). A pesar de que la contaminación atmosférica provocada por el transporte ha disminuido durante las últimas décadas debido a la introducción de normas más restrictivas en la homologación de los vehículos y la calidad de los carburantes, las concentraciones de contaminantes atmosféricos siguen siendo elevadas —según los estándares de la OMS— en algunas áreas metropolitanas. Es por ello que las políticas en materia de lucha contra el cambio climático se complementan con otras políticas dirigidas al control de la contaminación atmosférica.

El presente Informe Monográfico del OTLE aborda la descarbonización del transporte en el contexto actual, de la siguiente manera:

El capítulo 2 analiza la situación actual y prevista en cuanto a las emisiones de gases de efecto invernadero y el consumo de energía asociados a la actividad del transporte. Además, también evalúa la situación en cuanto a otras sustancias contaminantes que también contribuyen de manera muy significativa a la contaminación atmosférica. El capítulo 3 presenta los diferentes instrumentos regulatorios y normativos, desde el origen de los acuerdos globales hasta los más recientes, que las instituciones a todos los niveles (global, europeo y nacional) han desarrollado para luchar contra el cambio climático. El capítulo 4 profundiza en las principales herramientas y medidas que se están llevando a cabo para alcanzar la descarbonización del transporte bajo un enfoque A-S-I (Avoid, de evitar o reducir, Shift, de cambiar e Improve, de mejorar), cuyos objetivos son reducir la necesidad de viajes, disminuir las distancias de los mismos, sumado a incrementar la participación de modos más sostenibles y a la mejora de la eficiencia del sistema de transporte, ya que se considera que es la aproximación más adecuada a la hora de planificar y diseñar medidas. Finalmente, el capítulo 5, como conclusión al informe, recoge una serie de oportunidades y retos a los que se enfrenta la sociedad de cara a la descarbonización del transporte.